los pediatras uruguayos peleados con la ciencia, la ética y el futuro
muy muy muy importante escuchar al bioestadistico médico javier sciuto
ENLACE PARA ESCUCHAR AL PUTO PEDIATRA, CON LA PRENSA VENDIDA, Y LUEGO LOS COMENTARIOS DEL DR. SCIUTO Y DEL ABOGADO GUSTAVO SALE, EN EL QUE AMBOS HACEN MIERDA AL IMPRESENTABLE ¿PEDIATRA?
https://www.facebook.com/efusivatv135/videos/1047159022704015/
EN LO PERSONAL, BASADO EN LA CONFESIÓN
DE TODOS LOS OPERADORES CIENTÍFICOS CONSULTADOS DE UNO Y OTRO LADO, EL TAL
VIRUS SARCOV2, NUNCA FUE PRESENTADO COMO SE DEBE EN LA COMUNIDAD CIENTIFICA,
ERGO PARA LOS HECHOS BIOLOGICOS EL TIPO ESE NO EXISTE. SOLO SE PUEDE AFIRMAR
PARCIALMENTE SU EXISTENCIA SI SE DEMUESTRA QUE LA PROTEINA ESPIGA, PRESENTE EN
LAS VACUNAS –SUPUESTAMENTE-, ES PARTE DE ESE VIRUS, ENTONCES… LO QUE HABRÍA QUE
ACLARAR ES QUE EL VIRUS ESE MATA, SOLO A TRAVES DE LA PROTEINA S, QUE ÚNICAMENTE,
PUEDE SER ADMINISTRADA A TRAVES DE MEDIOS TÉCNICOS O SEA UNA AGUJA CON UNA
JERINGA ATRÁS
EN REALIDAD LA GENTE QUE MUERE CON EL TITULO
COVID, SON LOS INOCULADOS CON ESA VACUNA. POR LO QUE SÉ, EL VIRUS MORTAL, NO HA
ESTADO NUNCA SUELTO EN EL AIRE
SALVO, QUE LO HAYAN LANZADO POR EL AIRE
A TRAVES DE LOS CHEMTRAILS. COSA QUE NO SE SI OCURRIO
ACLARO QUE LOS INOCULADOS, PUEDEN
SOMETERSE A TERAPIAS ESPECIALES QUE PUEDEN RESOLVER MUCHOS PROBLEMAS
O SEA NO ESTA NADA PERDIDO!!!!
TEST DE INTELIGENCIA ANTE LA PLANDEMIA
1. Si el virus fue “espontáneo” ¿Por qué
tiene patente?
2. Si hay una pandemia ¿Por qué la
mortalidad no alcanza el 2% a nivel mundial?
3. Si el virus es tan mortal ¿Por qué
debo hacerme una prueba para saber si lo tengo?
4. Si una persona sana es quien no
produce síntomas ¿Qué es una persona asintomática?
5. Si el virus es tan contagioso y usan
los protocolos de radioactividad con los cadáveres ¿Por qué los tapabocas han
sido tratados como basura común?
6. ¿Por qué el virus no fue aislado ni
secuenciado siguiendo el protocolo de Koch?
7. Si no hay un virus aislado ni
secuenciado para su estudio ¿Qué miden las PCR?
8. Si no hay un virus aislado ni
secuenciado para su estudio ¿Cómo pudieron fabricar las “vacunas”?
9. .Si aún no se cuenta con el SARS-COV-2
aislado ¿Cómo pueden servir los refuerzos de las “vacunas” contra las variantes
Alpha, Beta, Gamma, Épsilon, Eta, Iota, Kappa, Mu y Malburg?
10. Si la “vacuna” inmuniza en qué
podría incidir un no “vacunado” en la salud de un “vacunado”?
11. Si los “vacunados” siguen siendo transmisores del virus ¿Qué sentido tiene el carnet o pase sanitario?
El 99% Somos esa mayoría a la que está intentando esclavizar ese 1% que concentra la riqueza y el poder pero que derribaremos si estamos unidos.
eXtramuros
extramurosrevista.com
La disyuntiva Sotelo
PORTADA
Por Aldo Mazzucchelli
Luego
del mea-culpa público de Gabriel Pereyra, del que ya nos ocupamos con el respeto que merece,
intenta terciar en el asunto Gerardo Sotelo, hoy en carácter de -según él mismo
elige firmar- “Presidente del Servicio de Comunicación Audiovisual Nacional.
Director de Canal 5”.
En una nota institucional colgada del sitio respectivo, desarrolla un conjunto de ideas que
podría considerarse intentan funcionar como una suerte de asesoramiento no
solicitado en materia de ética periodística. No solo asesora de modo no
solicitado a Gabriel Pereyra, a quien le explica que cuando confiesa haber
censurado, Pereyra no sabe lo que dice. Es más: implica que Pereyra hizo bien
censurando. Además, también nos asesora a quienes pensamos distinto sobre todo
este tema. Sin perjuicio de ello, luego se dedica a insultarnos a mansalva e
indiscriminadamente.
En su intentona de aparecer como una
especie de árbitro autoelevado o consejero de lo que en realidad es una
discusión pública libre -después de tanto tiempo, hubo la semana pasada en
Uruguay microrretazos de algo que se parece a eso, en medio del espesísimo
silencio periodístico que rodeó a la confesión de Pereyra-, Sotelo plantea una
serie de disyuntivas, que están -no creo que de modo deliberado- llenas de
trampas y falsedades ocultas, lo mismo que el resto de los argumentos que
quiere avanzar.
Concentrémonos en la que es acaso la
principal de esas disyuntivas, para ilustrar el esfuerzo de Sotelo por pensar
sin tener en cuenta los datos finos del problema que quiere pensar -los que
obviamente ignora con autodeclarada perfección-, y para exhibir su inevitable
fracaso en tal empresa.
La construcción de un hombre de paja
Dice Gerardo Sotelo, Presidente del
Servicio de Comunicación Audiovisual Nacional, y Director de Canal 5:
¿Es verdad que hay un virus y una
pandemia o se trata de una invención, una campaña deliberada de los dueños del
mundo para esclavizarnos?
Esta disyuntiva, madre de todas las
otras, está formulada de un modo profundamente simplificador y equívoco. Es
equívoco Sotelo con él mismo, por ignorancia con seguridad, y lo es con sus
lectores. Su pregunta reafirma y normaliza una forma infantil de aproximarse al
problema. La primera parte de la disyuntiva Sotelo arranca diciendo:
“¿Es verdad que hay un virus…?”
Hacer esa pregunta ya implica dividir
el mundo en dos: gente que “cree en el virus SARS2”, y gente que “no cree en el
virus SARS2”. ¿Qué hace Sotelo con todos los críticos de las políticas
pandémicas a quienes nos consta que existe una nueva variante (el SARS2) de
coronavirus modificado genéticamente? ¿Qué hace con quienes jamás, ni una vez,
negamos la existencia del SARS2 y de una nueva condición conocida por
Covid19?
Para Sotelo, lo único que cabe es ser
un “lunático” como dirá luego, y negar de plano la
existencia del nuevo virus y la nueva enfermedad, o ser un hombre serio como él
y tantos más que “siguen la ciencia” y la “crítica racional” (sobre el uso de
la palabra “ciencia” por Sotelo hablaremos más adelante).
De modo que, según Sotelo, solo cabe
“negar la existencia del virus”, o aceptar todas las falsedades, maniobras y
políticas criminales impulsadas por el sistema farmacéutico/médico/político al
respecto desde comienzos de 2020.
¿Por qué tiene que ser esa la
alternativa?
Porque si no es esa, Sotelo está en
problemas. Tiene que ponerse a pensar, a
investigar un poco más en serio, y, sobre todo, Sotelo tendría -de llegar a
conclusiones similares a las que llegamos quienes hemos buscado información
alternativa de fuentes respetables y múltiples sobre este tema-, quizá que
ponerse en la oposición al sistema que le da de comer. Y como Sotelo se ha
convertido en un funcionario (es decir, ahora responde a
políticas sistémicas, y por tanto ya no es un periodista independiente, porque
ambas cosas son incompatibles), Sotelo no puede arriesgarse a ir a ese lugar
donde las preguntas se formulan en serio, y son matizadas y complejas. Para él,
o aceptás “la ciencia” (oficial), o negás el virus y los enfermos y todo lo
demás. Eso tranquiliza a Sotelo, pero es un pésimo ejemplo de pensamiento.
***
Antes de ocuparnos de la segunda parte
de la disyuntiva Sotelo, llamemos la atención sobre el inciso “y una pandemia” (“¿Es verdad que hay un virus y una pandemia…”), adosado como si no hubiese nada
que explicar a continuación de la existencia o no del virus. Otra vez piensa
sin delicadeza Sotelo. ¿Por qué conectar automáticamente la existencia del
virus y la de la pandemia?
Puede haber un virus, y no haber una
pandemia. De hecho, en mi discutible opinión, es lo que pasa. Un virus y una
condición sanitaria que lleva a alguna gente a sufrir determinados cuadros
clínicos, puede ser un hecho. Declarar una “pandemia”, mientras tanto, es una
decisión política que involucra términos de definición arbitrariamente
estipulados por organismos burocrático-políticos como la OMS. Por tanto, no hay
ninguna necesidad de poner una conjunción que, como hace Sotelo, confunde la
existencia del SARS2 con la existencia de la pandemia.
Una pandemia importante fue, por
ejemplo, la llamada gripe española de los años 1918 y siguientes. Mató
alrededor de 50 millones de personas -cálculo conservador. Otros estiman 80
millones, y otros aun más.
Esta “pandemia” de hoy, mientras tanto,
no se sabe cabalmente a cuánta gente habrá matado. ¿Por qué decimos esto?
Porque desde marzo de 2020 se ha decidido (definido e impulsado por la OMS y
aplicado por sus estados miembros) que debe modificarse el repertorio de causas
de muerte en el certificado de defunción, agregando un código para Covid19, y
que debe reportarse a todo
fallecido por cualquier causa con un test PCR positivo como muerto Covid19. Desde luego el problema de las causas de muerte
es extremadamente complejo y siempre lo ha sido. Pero no puede negarse que hay una
definición política que es reportar como “muerto Covid19” a todo muerto con un
PCR positivo. Y sabemos que es protocolo de todos los hospitales testear con
PCR a todo ingresado, siempre, y a veces más de una vez (se han practicado, nos
consta, hisopados post-mortem para ver si había suerte con esa
última apuesta). Y sabemos que, empleado como se lo hace
para “diagnosticar Covid”, el test PCR es demostradamente fraudulento, como lo ha establecido finalmente
un grupo de revisores independientes que
pulverizó sin levante el único estudio legitimador para ese uso novedoso del
PCR.
Por lo tanto, muertos por infinidad de
condiciones desde cáncer a fallo generalizado por edad avanzada, gripes
complicadas con neumonías y demás, problemas cardiovasculares, etc., todo eso, ha sido sistemáticamente informado
por SINAE y los canales de televisión (incluido el que maneja Sotelo) como
“muertos Covid-19 de hoy”. Pues los canales toman la existencia del código
correspondiente con independencia de si es primer causa de muerte, o una
concausa de cualquier nivel. Todo eso cae en la nada sutil bolsa “muerto
Covid”.
También se informó como “muertos
Covid19” a muchos de los ciudadanos asesinados por la vacuna, es decir, gente
antes sana, de cualquier edad, que luego de vacunarse entraron en un espiral de
malestar, enfermedad, y muerte, dando PCR positivo. Y a unos cuantos que
después de vacunarse tuvieron enfermedades cardíacas repentinas, sin
antecedente conocido ni causa conocida, y que murieron de infartos o ACV. (Se
acaba de denunciar
un aumento del 500% en la muerte súbita de atletas FIFA. En Uruguay las muertes súbitas de
personas jóvenes y sanas, atletas o no, no pueden tener, oficialmente, nada que
ver con la vacunación. Por tanto, no se las investiga.) Esos muertos súbitos y jóvenes también fueron por
ende ignorados como muertos por vacuna. Y otras veces (si dieron positivo al
PCR) reportados como “muertos Covid-19”, y entraron en la grosera estadística
de 5.000 muertos solo en Uruguay desde que se empezó a vacunar hasta julio de
2021, sobre la que ninguna autoridad médica o política siente la necesidad de
preguntar nada, atribuyéndolo todo a una “nueva variante” que, misteriosamente,
coincide en su aparición, en cada país del mundo –ver el gráfico al inicio de esta nota-, con el inicio de la
vacunación.
Aun así, después de dos años de esta
política declarativa fraudulenta, esta “pandemia” habría “matado” (sabemos que
no es así) a unos 5.000.000 de personas, de casi ocho mil millones que tiene el
mundo. Esto es, ha muerto “por la pandemia” el 0.064% de la población
mundial.
Es decir, pandemias eran las de antes
-recordemos la dimensión de la gripe española, con 50 millones de muertos en un
mundo de poco más de mil millones por entonces. Esto de ahora, dimensionado
comparativamente, podría no calificarse de pandemia. Sería más bien un
gigantesco circo político apoyado en la existencia real de un virus de escasísima letalidad real. Basta observar la cantidad de
comorbilidades (más de dos comorbilidades para más del 90% de los fallecidos en
algunos estudios serios y amplios como este de 7500 casos que ofrecimos
en castellano gratuitamente al público hace un año y medio), y las edades de los fallecidos (muy
frecuentemente por encima de la expectativa de vida), basta ver que la enfermedad
se ha cobrado la mayoría de sus supuestas víctimas en países de alto nivel de
vida -lo que en general coincide con tener una población relativamente más
envejecida-, para entender que esto no sería una “pandemia” salvo porque la OMS
y los medios de comunicación y quienes dictan políticas a este respecto así lo
han decidido, coordinada y claramente, desde comienzos de 2020.
***
Vayamos ahora sí a la segunda parte de
la disyuntiva Sotelo. Recordemos que dice esto: “¿Es verdad que hay un virus y una
pandemia o se trata de una invención, una campaña
deliberada de los dueños del mundo para esclavizarnos?“
Hasta un niño se da cuenta que poner “una campaña de los dueños del mundo” es faltarle el respeto al lector.
Llamar “dueños del mundo” a un conjunto
de intereses muy reales, de existencia absoluta y largamente demostrada, y que
siempre han hecho lo mismo -matar por poder y dinero-, pero que además declaran
abiertamente sus intenciones y sus métodos, es ignorar deliberadamente el
análisis de las causas plausibles de algo que nos afecta a todos.
Sotelo sabe que al decir “dueños del mundo“, en lugar de analizar quién definió
qué, cuáles son los intereses intrincados que intervienen en ello, y cómo se
coacciona al sistema médico, a los políticos y figuras públicas -entre ellas el
mismo Sotelo, víctima en esto- para que sumen a ese discurso sistémico de la
farsa pandémica, lo que se hace es ocultar, por infantilización, la existencia
de esos intereses. Los intereses son de los financiadores de las grandes compañías
farmacéuticas -Wellcome Trust, Bill & Melinda Gates Foundation, y grandes
administradoras de fondos de inversión como Blackrock, Vanguard, etc.-
intereses articulados en burocracia global a través de GAVI, o de CEPI, entre
otras, bajo el paraguas fundamental de la hipercorrupta OMS.
Los intereses son de las grandes
compañías farmacéuticas. Lo son también de la industria de la salud, en estos
dos años receptora de una cantidad de fondos públicos bajo el pretexto de que
se hace para paliar la supuesta emergencia de la “pandemia”. Son los de
diversos agentes políticos locales que, en países importantes como Estados
Unidos o Brasil, aprovecharon el montaje de la “pandemia” para crear
condiciones políticas y discursivas excepcionales y usarlas a su favor. Y son
otros intereses más amplios y convergentes, como los de buena parte del sector
tecnológico:
A ello se suma -y esto interesa
destacarlo especialmente- el interés reaccionario de los viejos medios de
comunicación tradicionales (en
el mundo y en el país) que venían perdiendo casi toda su audiencia -incluido el
canal que dirige Sotelo- a manos de la nueva comunicación, más libre y de mejor
calidad, posibilitada por las nuevas tecnologías de la información. Esta
liberación de voces y este arrebatarle a los grandes medios su control
discursivo no es algo que la envejecida “industria” del periodismo tradicional,
y sobre todo quienes la usan para intentar controlar discursivamente a amplios
sectores de la población, pudiese tolerar sin hacer nada. La “pandemia” ha
representado pues una gran oportunidad para, en base a un “estado de guerra” y
un discurso de miedo simplificador, retomar sectores de audiencia -y el dinero
de anunciantes que viene detrás- que por un tiempo al menos sintieron que era
imperioso estar “informado” sobre lo que estaba pasando.
Y son esos mismos medios tradicionales
globales y locales los que, como Sotelo, legitiman e impulsan el discurso
censurador de las voces alternativas a su discurso hegemónico en las redes
sociales y los blogs y medios alternativos. Reaccionario es ese movimiento, y
no es heraldo de ningún futuro, sino un resabio del viejo esquema de la
comunicación controlada piramidalmente, que está en vías de ser barrida de la
faz de la tierra. Pero aun resiste. La tecnología es imparable y corre a favor
de quienes seguimos impulsando la libertad de palabra en su máximo nivel y
expresión, no a favor de los censuradores ni de la teoría de un discurso único
inundado sobre la gente por un grupo de medios globales cuya credibilidad disminuye,
para más y más gente, con cada día que pasa.
De modo que nada de “dueños del mundo”
ni ninguna infantilización parecida. Si Sotelo tuviera una hora de su día para
dedicarle a los entresijos del asunto, lo invito a que repase -entre otras- la
nota “¿Quién dirigió la respuesta global a
la crisis del COVID?”,
construida en base a mi propia lectura de los emails privados de Anthony Fauci
liberados gracias a que en Estados Unidos aun hay remedos de justicia, a veces.
Y verá que no son “los dueños del mundo”, sino intereses, personas, y
estrategias muy concretas, que por razones bastante claras, han impulsado las
políticas criminales que ahora Sotelo sin quererlo defiende. Se puede rastrear
en muchos casos hasta el día y la hora en que se tomaron decisiones que
definieron todo lo que está pasando, a lo cual quien firma y Sotelo estamos tan
sometidos, contra nuestra voluntad, como cualquier otro ciudadano de a pie. En
lugar de buscar un poco de solidaridad con las espantosas consecuencias de esta
farsa, Sotelo elige ponerse la camiseta de los agresores. Asumo que no hay mala
intención en ello, pero es lo que ocurre.
De modo que Sotelo se tranquiliza
construyendo un hombre de paja, para luego proceder a quemar ese hombre de paja
en público y tener el 100% de razón. Así cualquiera.
Otras disyuntivas de Sotelo
La recién discutida “disyuntiva Sotelo”
es nada más que un ejemplo, especialmente triste por la jerarquía institucional
de quien la formula, de cómo ha procedido el discurso oficial sobre Covid-19 en
Uruguay. Los demás ejemplos de disyuntiva que nos ofrece Sotelo son igualmente
tristes. Enumero otras de las absurdas y tediosas falsas encrucijadas ante las
que pone a sus sufridos lectores:
– “¿Es algo parecido a una gripe o una patología con
características singulares y preocupantes?“
No solo no es parecido a la gripe salvo
porque ambas, en estadios graves, pueden ocasionar falta de oxigenación, sino
que –de acuerdo a investigaciones médicas
actualizadas sobre la que existe razonable consenso en la profesión médica– se trata de una enfermedad
inflamatoria generalizada,
generadora de microtrombos que son los responsables por la obstrucción del
intercambio de oxígeno a nivel de los alvéolos pulmonares. Pero también de un
sinfín de complicaciones en, potencialmente, muchos órganos del cuerpo
afectados por tales procesos inflamatorios. De todo ello no se sabría nada si
médicos independientes -los verdaderamente científicos, que son pocos- no
hubiesen buscado fuera de los protocolos impulsados por OMS y gobiernos a
comienzos de 2020 basados en la intubación compulsiva de pacientes. Estos
médicos siguen denunciando las presiones, censura, y protocolos absurdos a que
se viene sometiendo a la práctica médica desde hace casi dos años, como publicamos en este número.
Pero además, está bien que Sotelo
pregunte por la gripe. Pues desapareció del planeta junto con la aparición del
Covid. ¿Cómo se explica? Si sólo busco objetos puntiagudos en una caja, sin
distinguir entre tornillos y clavos, encontraré sólo objetos puntiagudos. Dejar
de considerar la existencia de la gripe, y calificar a todo enfermo de
complicaciones de gripe (que es una enfermedad seria en algunos casos, y
siempre lo ha sido) como neumonías y demás, como “enfermo de Covid”, aumenta
sensiblemente la cuenta de muertos “por Covid” (recuerde Sotelo: todo enfermo
con un PCR positivo; y un PCR fraudulento, corrido a 35 ciclos y más, da falso
positivo una enormidad de veces) -así como aumentan la recaudación de la
industria sanitaria las compensaciones ofrecidas en muchos países, por fuera del
Tocaf y de todo control, y bajo la etiqueta de “emergencia”, a los sistemas y
empresas médicas por “luchar contra Covid”. Todo eso ayuda a hacer desaparecer
la gripe.
-“¿Se evita el contagio con las medidas
restrictivas que sugieren y aplican las autoridades y con la inoculación de las
vacunas disponibles o todo esto es parte del mismo plan siniestro de dominación
global?”
No se evita nada, desde luego, con una
mascarilla ni con las vacunas. Sotelo lo ignora porque prefiere quedarse con la
idea, supongo, de que hay por ahí algún paper aislado que demostraría la utilidad de las
mascarillas, e ignorar a la vez la existencia de muchos estudios de revisión
que comparan rigurosamente los resultados de todos los estudios serios existentes, entre
ellos este último del 8 de noviembre
firmado por científicos de Harvard, Bentley, UCSan Francisco, y Universidad de
Colorado,
que demuestran que las mascarillas no sirven de nada en el caso.
¿Y sobre la eficacia de las vacunas?
No, tampoco han servido para algo positivo -salvo para llenar las arcas de
BigPharma. Sobre esto podríamos inquietar las certezas monolíticas de Sotelo
exhibiéndole aquí la estadística de casos y muertes en países “muy vacunados”,
como el Reino Unido o Israel.
Sobre que la vacuna previene contraer
Covid, aquí encima tiene el lector la gráfica de infectados Covid-19 en el
Reino Unido, al día de hoy. Como el lector puede ver, los infectados crecieron
exponencialmente (como en todos lados) a partir del inicio de la vacunación
(diciembre-enero, donde tenemos el pico absoluto), y ahora, que 9 de cada 10 personas mayores de 12 años en el
Reino Unido están vacunados (dato
de ayer de la fraudulenta BBC, tómelo como le parezca), tenemos un pico de
infecciones que no cesa. Es decir: o todos esos infectados desde julio de 2021
son el uno de cada diez no vacunado, cosa que es perfectamente falsa, o la
vacuna no sirve de nada, pues a ocho o diez semanas de recibirla, usted hierve
de Covid como si nada.
¿Cómo puedo afirmar que son los
vacunados quienes mueren con mayor frecuencia? Lo dice el propio NHS, el
servicio de salud británico. He aquí los datos. Hablando de la “variante Delta”
(imposible distinguirla, sintomáticamente, de los efectos negativos de la
vacunación) entre el 1 de febrero y el 12 de setiembre de 2021 “se registraron 160 muertes entre la
población parcialmente vacunada, 722 muertes entre la población no vacunada y
1.613 muertes entre la población totalmente vacunada.” Los argumentos de “es más probable
entonces morir si no estás vacunado” deben tener en cuenta que la vacunación
aseguró al público inmunidad contra Covid severo, ni qué hablar contra la
muerte. Esa promesa no se ha cumplido, en absoluto. He aquí el cuadro que nos
interesa, en Inglaterra:
Esta es la fuente completa.
¿Quiere ver Israel, el país enarbolado
como modelo por Pfizer? Aquí lo tiene:
Nuevos
casos Covid 19 por día, Israel
En Israel, un país de amplísima
cobertura en materia de vacunas, ha habido, el mes de setiembre y octubre con
todo el mundo vacunado completamente, el más grande pico de casos hasta ahora. Y ha habido también, y esto pulveriza
la idea de que “la vacuna no te evita la enfermedad pero sí la muerte”, un
nuevo pico de fallecimientos por Covid, que equivale al segundo peor desde el
comienzo del asunto. El peor, como siempre, fue en el momento siguiente a
vacunar. Compruébelo el lector:
Muertos
por Covid19 por día en Israel
El lector catequizado puede protestar
todo lo que quiera contra estos porfiados hechos, inventarse “variantes” ad hoc que lo ayuden en su empeño, y
acusar al mensajero. Los datos están ahí. Y las propias compañías de vacunas
y el
propio Anthony Fauci (uso
una fuente insospechablemente oficial: Yahoo) admite ahora que las vacunas no
inmunizan a quien se las pone.
De alguna manera misteriosa, se nos
sigue diciendo que igual es mejor ponérselas, y que hay que ignorar la avalancha
de efectos secundarios y muertes que acarrean en los más vulnerables.
Es decir que las vacunas (admitido por
Pfizer, por ejemplo) “pierden eficacia luego de dos meses”. ¿No lo cree Sotelo? Le ofrezco una fuente que supongo
confiable para su visión del periodismo mundial: CNN.
Una vacuna que dura dos meses, admitido
hasta por la CNN. Esto debería ser un escándalo global. No he escuchado a
ninguna autoridad sanitaria del país referirse a esto. En lugar de ello, ahora
recomiendan la inoculación de los niños.
Ignoran toda la investigación que, en
avalancha, está publicándose durante este año. Decenas de papers que analizan y explican los daños
causados por la vacuna y sus mecanismos. Tomo este resumen de una exposición de setiembre 8, ya antes citada.
Según por ejemplo Lei et
al (2021);
Aboumianakis y Filipattos (2020); Obes (rev), la proteína spike que está demostrado circula por el cuerpo
luego de la vacunación, genera al unirse al receptor ACE2 desregulación
endotelial, alteración mitocondrial, apoptosis, y alteración del sistema renina-angiotensina.
Según Solopov (2021) “una
sola dosis endotraqueal de spike induce daño pulmonar“; según Ratajzac y Kuzia (2020) la
desregulación de ACE2 por spike activa el inflamasoma; según Robles et al (2021) spike induce inflamación del endotelio de manera
severa al sobreexpresar el factor de transcripción NFKB. El papel de la
desregulación de ACE2 en la hipertensión, la desregulación renal y cardíaca se
conoce al menos desde 2007 (Hamming et al, Journal of Pathology); la desregulación de ACE2 por la
proteína spike se conoce al menos desde 2010
(Glokawa et al, Journal
of Virology);
el efecto pro inflamatorio severo de la proteína spike se conoce desde al menos 2009 (Dosch et
al, Virus
Res;
Weng et al, Virus
Res).
Pese a esos conocidos efectos, todas las
vacunas de diferentes plataformas tecnológicas se han concentrado en esa
proteína spike, y su introducción al cuerpo o la
estimulación para que el cuerpo mismo la produzca constituye una agresión cuyos
síntomas son indistinguibles de los síntomas del Covid19 -puesto que ellos son
en ambos casos la consecuencia de los procesos antes descritos. De ahí que se
afirme persistentemente por decenas de papers publicados desde hace meses, que la
vacunación genera
la enfermedad en
distintos grados de severidad dependiendo de múltiples factores individuales.
La gravísima trombocitopenia trombótica
inducida por vacuna (VITT) ha sido descrita por Greinacher et al (2021) y
publicada nada menos que en el New England Journal of Medicine.
Este cuadro (tomado de una presentación
de Karina Acevedo) muestra la comparativa de efectos adversos reportados a
VAERS por vacunas contra Covid (514.270 reportes -es sabido que constituyen un
porcentaje muy chico de los reales efectos adversos, la gran mayoría de los
cuales nunca se reporta) versus los reportes de dos vacunas habituales (DTP y
PHV). Para la cohorte de 6 a 17 años, la comparativa arroja 28 reportes de
efectos adversos para DTP, 69 para PHV, y 19.171 (diecinueve mil ciento setenta
y uno) para vacunas contra Covid (suma de Pfizer, Moderna, Janssen).
La única palabra en contrario de toda
esta evidencia la aportan -con información parcial, de corto plazo, y habiendo
eliminado los grupos de control (vacunándolos por “razones humanitarias”) de
modo que no podemos tener resultados científicos efectivos- los fabricantes
mismos, que lucran con la venta de estas vacunas. Y esa información de pésima
calidad e inexistente confiabilidad la avalan las agencias reguladoras cuyos
dineros y fondos, así como la financiación de los evaluadores en sus carreras
privadas, viene normalmente en el mundo real, y a lo largo de todas sus vidas,
de esos mismos fabricantes.
En general, la solución recomendada por los propios fabricantes y avalada por
la hipermegacorrupta FDA a este gravísimo problema de vacunas que no inmunizan,
solución digna de Cantinflas, es aumentar la dosis de lo mismo que no protege,
sino que enferma. Y la versión oficial piensa que no hay nada que preguntar al
respecto -y que debemos vacunar a los niños, que ni se enferman ni mucho menos
mueren por Covid19. Y no, señora, señor, un “PCR positivo” en la clase de su
hijo no es un niño enfermo: es un niño sano, o a lo sumo resfriado, con PCR
positivo. Tampoco existen los “asintomáticos”, otro concepto fantasma
creado ad
hoc.
Lo que hay es un aumento de testeos y de psicosis en los menores de 12 y entre
sus padres, para preparar luego la aprobación de la vacunación. Marketing
criminal.
Respecto a niños y jóvenes, además de
todo lo anterior, está el problema de la miocarditis y la pericarditis. Esto
ocurre con mucha mayor incidencia en niños y adolescentes, porque ellos tienen
una expresión sensiblemente más alta del receptor ACE2 en el corazón. Con lo
cual, al circular una parte de la spike inoculada (o del material genético que induce su
producción por el propio cuerpo) y llegar al corazón, se puede producir daño
cardíaco y daño coronario. Cabe recordar que, en los seres humanos, las células
cardíacas no regeneran. De modo que cuando necrosan, se forma tejido fibrótico
que compromete al corazón de manera grave para el resto de la vida de la persona. No existe cura
para los daños estructurales causados por la miocarditis.
En el Reino Unido se ha informado de un incremento
de 400% en las muertes por miocarditis este año 2021 en niños varones.
No informar de este riesgo a los niños
y adolescentes a los que se quiere vacunar, es el marketing criminal referido, en el que están
abiertamente comprometidos grandes medios de este país, las sociedades médicas
involucradas, y otros agentes interesados, o comprometidos con la ortodoxia
Covid.
Sigue el Director Sotelo:
-“¿Es necesario vacunarse para
protegerse y proteger a los demás o hacerlo supone exponerse a riesgos
sanitarios innecesarios, además de a nuevas formas de vasallaje?”
– “Vacunarse para proteger a los
demás”… “vasallaje…” El sinsentido absoluto de las frases me eximiría de
comentarios. Para empezar, el que se vacuna se protege(ría) exclusivamente a sí
mismo. Sólo que no se protege, porque como lo hemos mostrado recién, se enferma
igual. Ha habido miles y miles de casos de vacunados que luego “tuvieron Covid”
en el Uruguay, millones en el mundo. ¿Cuál es el argumento para explicarlo?
“Menos mal que me vacuné, sino mi Covid habría sido aun más grave”. Explicación
que carece de lógica, pues el que emite semejante explicación no tiene idea de
si se hubiera enfermado alguna vez en caso de no haberse inoculado él mismo la
proteína spike, que como se ha mostrado es la que
causa todos los problemas que conocemos.
Pero además, cuando muere un vacunado,
se agrega “y bueno, las vacunas no protegen 100%”. Es decir, para cualquier
evento, siempre se inventará un “argumento” que parezca explicar lo que de
todos modos una población mayormente hipnotizada por los medios quiere creer,
aun a costo de su propia vida.
-“¿Es real o no que la inoculación
provoca imantación, trastornos genéticos y otras patologías?“
– Tal parece que sí, que lo es. Desconozco la explicación, pero me parece
curioso que muchos de los vacunados emitan códigos MAC aun luego de apagar su celular, y
que a algunos vacunados con esta y otras vacunas, se les peguen objetos. Y
sobre esto es sobre lo que Sotelo también podría informarse, antes de
descartarlo con una pregunta retórica. Lo que ocurre mundialmente es demasiado
grave como para salir así del paso. La información sobra, el problema es haber
decidido de antemano que hay dos bandos y que a uno no se lo debe escuchar, que
está bien censurarlo porque sus argumentos no hacen sentido y son
peligrosos.
Parte de la retórica en la que se apoya
Sotelo es la de “seguir la Ciencia”…
“Los periodistas no debemos ser ecuánimes entre lo
falso y lo verdadero” -nos
explica Sotelo.
“Debemos consignar las contradicciones e incongruencias entre quienes sostienen
puntos de vista razonables, constatables y responsables, pero no equiparar la
verdad con la mentira, la incertidumbre con el caos y la crítica racional con el
mesianismo irracional.
En todo caso, debemos volver cada tanto
a la refutación de las mentiras (aquello que ahora llamamos, con afectación
pasteurizadora, “fake”), a la advertencia sobre las consecuencias de las
prácticas acientíficas (cuando estas sean significativas) y a echar una mirada,
entre periodística y antropológica, a las conductas y las elucubraciones
bizarras, sobre todo si con su validación se compromete la salud o la vida
humanas.”
Sotelo nos asegura aquí que él puede
determinar, de toda la ciencia, cuál es científica. Nos instruye sobre que solo
determinada ciencia (la de las instituciones que lucran con la pandemia,
BigPharma y sociedades oficiales) es atendible. Además, parece alinearse con la
noción de “fake news” -aunque critica que se lo diga en inglés. En plena
circularidad, Sotelo admite que esas “mentiras” serán lo que sea que agentes
mediáticos comprometidos con la farsa global definan como tal. Esto nos
hundiría en un pantano de acusaciones cruzadas acerca de la verdad o falsedad de
lo que los medios controlados por la progresía global emiten como discurso
único desde hace años.
Esa progresía está compuesta en su
mayoría de políticos y burócratas que obtienen su poder de una servil alianza
discursiva con los grandes medios, y la academia, lo que Mencius Moldbug llama
“la Catedral” que ha construido la narrativa
hegemónica de “cambio climático”, “pandemia”, “centralidad excluyente de las
políticas de derechos LGBT”, etc. que nos rige globalmente, lloviendo plata y
directivas sobre los gobiernos de los Estados otrora soberanos. Solo los
políticos que aceptan esa agenda pueden esperar credibilidad y buenas notas de
esos grandes legitimadores masivos: medios unánimes y unánime academia. El
resto serán calumniados y sólo se publicarán malas noticias y mentiras a
respecto de ellos.
Esa progresía es la que, también, ha
definido que hay que trazar una línea y demonizar y atacar a todos quienes
críticamente no nos sumemos a ese menú de ideas generalizadas, y llamarnos de
“negacionistas” cuando no de “fascistas”, “ultraderechistas”, etc. Cuando al
mismo tiempo esa progresía apoya la censura a mansalva en las redes.
En el mundo en que Sotelo y yo
crecimos, los fascistas eran los censuradores, los que querían imponer una
visión única y eliminaban la disidencia. Él cambió en esto, no yo.
De paso, hace tiempo que digo: no veo
dónde están los “liberales” en Uruguay. En lo que puedo ver y oír, hace casi
dos años que están todos callados aceptando que a los demás nos bajen nuestras
opiniones de YouTube, o nos impidan propagandear nuestros medios de prensa en
Facebook, etc. No les interesa, ni denuncian nada. La censura, si es a aquel
cuyas ideas ponen en riesgo la legitimidad profunda del sistema al que se
deben, el sistema de la modernidad liberal occidental -que se cae a pedazos
adelante de los ojos de estos mismos liberalotes pasados de moda- está bien.
Eso -un silencio cómplice ante la censura de las voces disidentes- parece ser
todo lo que va quedando del liberalismo a la criolla.
Insulto al principio, insulto al final
Gerardo Sotelo, Presidente del Servicio
de Comunicación Audiovisual Nacional, y Director de Canal 5, que había iniciado
su pieza con un insulto incrustado en el título, la termina con un conjunto de
insultos y acusaciones sin fundamento:
“…Tampoco para practicar la indulgencia
con los lunáticos, cuyo aparente desinterés y su autoproclamado altruismo
pueden esconder las motivaciones más mezquinas, los procedimientos más
retorcidos y las peores consecuencias.”
Este insulto final de Gerardo Sotelo
pinta su actual posicionamiento de cuerpo entero. No le alcanzó con construir
un hombre de paja para, enseguida, ganar la discusión sin jamás haberla -ni
habérsela- permitido. Además, tiene que atribuirnos a los “negacionistas” “motivaciones mezquinas, procedimientos retorcidos”, y veladamente acusarnos de quién sabe
qué “peores
consecuencias“.
Recordemos que, efectivamente, su nota
comienza con un insulto. La titula “El periodismo y los negacionistas“. Bien. “Negacionistas” eran, hasta
hace poco, los negadores del Holocausto; ahora somos quienes buscamos
información científica distinta a la de la OMS, Big Pharma, y los funcionarios
que les hacen el coro presumiendo la inexistencia de intereses que no paran en
muertos para avanzar sus metas de poder, influencia y dinero.
¿Cómo llega Sotelo a saber cuáles
podrían ser las motivaciones de un escritor como quien firma, para empeñar su
tiempo y su reputación en discutir con quien se ponga enfrente sobre los hechos
profundos de esta “pandemia”?
¿Qué he ganado materialmente hasta
ahora con esto?
¿En qué puede haber beneficiado en
concreto mi “carrera” como autor, o en la universidad?
¿Qué tengo para perder y qué para ganar
embarcándome en esta línea de investigación y publicación?
La respuesta, se lo digo en la cara a
Sotelo, es: no tengo nada material para ganar. Pero tengo, sí, mucho para ganar
manteniéndome fiel a la
verdad que alcanzo a ver con independencia de cualquier perjuicio
personal que pueda traerme.
Pagaré siempre todos los costos que tenga que pagar con tal de mantenerme fiel
a lo que veo como verdadero.
Si quiero mantener mi dignidad, no
puedo evitar remitirme a la ciencia bien entendida, es decir, libre. En eXtramuros se ha publicado sistemáticamente
ciencia de primera mano, o crítica fundada firmada por científicos reconocidos,
ninguno de los cuales parece tener nada para ganar al ponerse a muchos de sus
colegas y virtualmente a todas las instituciones financiadoras de investigación
científica en contra. He aquí una lista parcial de esos científicos valientes:
Sucharit Bhakdi, Robert Malone, John Ioannidis, Karina Acevedo, Jay
Battacharya, Vladimir Zelenko, Pierre Kory, Michael Yeadon, Scott Atlas, Héctor
Carvallo, Roberto Hirsch, Peter McCullough, Erin Olszewski, Gert Vanden
Bossche, Genevieve Briand, Roger Hodgkinson, Sebastian Rushworth, Martin
Kulldorff, Sunetra Gupta, Denis Rancourt, Knutt Wittkowski, Byram Bridle… La
lista podría seguir, pero alcanza con esto.
El lector que no entiende como funciona
el nuevo discurso único podrá buscar en wikipedia estos nombres, para constatar
cómo todas las entradas correspondientes en la wiki han sido editadas para
enchastrarlos. Es parte de la censura en la que vivimos.
Estos que en eXtramuros citamos, son científicos. Hay literalmente miles más
publicando, investigando, y declarando contra esta farsa. Los citados antes
son, todos ellos, profesionales médicos, o investigadores en el terreno de la
salud y la biología. La gran mayoría de ellos pertenecen a las universidades
más prestigiosas del mundo, y algunos además tienen títulos eméritos gracias a
trayectorias destacadas.
Los fundamentos de opinión que subyacen
a esta pieza no son, pues, sólo la opinión caprichosa de quien firma.
eXtramuros se ha convertido en un puente, tratando de traducir, explicar,
ampliar, y coordinar información de calidad sobre lo que está ocurriendo en el
mundo, con independencia de los informes de más aliento que hemos intentado
producir, de modo totalmente vocacional y sin ningún sueldo ni favor político
para ello.
No soy un funcionario, no respondo a
otros intereses que la búsqueda de hechos ciertos y explicaciones razonables,
dentro de mis siempre admitidas limitaciones. Esto no descarta, pues, que yo
esté equivocado en muchas cosas, y estoy siempre dispuesto a aceptarlo
inmediatamente, apenas me lo demuestren. Pero, con el respeto debido a la
persona de Gerardo Sotelo, no acepto que me llame “negacionista”, ni que me
atribuya “intereses mezquinos”, ni “procedimientos retorcidos”, ni que me acuse
de traer “las peores consecuencias”, ningún ex-periodista desde su atalaya de
transitorio funcionario.
Notas
Me
refiero, y dejo aquí de lado, a propósito, a quienes (respetablemente, para mi)
buscan explicaciones alternativas a las condiciones médicas vulgarmente
conocidas como “virales”, llegando a negar la existencia de los virus en
general. Esa es otra discusión, y es una discusión legítima, y de fondo. Este
no es el lugar para considerarla.
Para
los interesados en la farsa del uso de mascarillas, he aquí lo fundamental
del abstract del estudio citado: “El uso de
mascarillas de tela en entornos comunitarios se ha convertido en una respuesta
de política pública aceptada para disminuir la transmisión de la enfermedad
durante la pandemia de COVID-19. Sin embargo, las pruebas de la eficacia de las
mascarillas se basan principalmente en estudios observacionales que están
viciados de confusión, y en estudios mecanísticos que se basan en puntos
finales sustitutos (como la dispersión de gotas) a lo que se toma como
sustitutos de la transmisión de la enfermedad.
Las pruebas clínicas disponibles sobre la eficacia de las mascarillas son de
baja calidad, y la mejor evidencia clínica disponible no ha demostrado en su
mayoría la eficacia, con catorce de dieciséis ensayos controlados aleatorios
identificados que comparan las mascarillas con los controles sin mascarilla y
no encuentran beneficio estadísticamente significativo en las poblaciones de
intención de tratamiento.”
De la información en el portal de
Yahoo: “El 12 de noviembre, el Dr. Anthony Fauci, asesor de la Casa Blanca en
materia de COVID, intervino en el podcast The Daily de The New York Times para hablar del estado actual del
coronavirus en EE.UU. Según Fauci, las autoridades están empezando a observar una
disminución de la inmunidad contra la infección y la hospitalización varios
meses después de la vacunación inicial. El experto en enfermedades infecciosas señaló los
datos que llegan de Israel, que suele ir entre un mes y un mes y medio por
delante de nosotros en cuanto al brote.
“Están observando una disminución de la inmunidad no sólo contra la infección, sino contra la hospitalización y, hasta cierto punto, la muerte, que está empezando a afectar a todos los grupos de edad. No se trata sólo de los ancianos“, dijo Fauci. “Está disminuyendo hasta el punto de que cada vez se ven más personas que contraen infecciones pese a estar vacunados, y cada vez más de esas personas que contraen infecciones pese a estar vacunados, acaban en el hospital“.
QUE CONTIENEN LO QUE TE INOCULAN COMO "VACUNAS"https://www.twitch.tv/videos/1215806349
- QUE NO SE NOS OLVIDE ESTO ,EL VIRUS FANTASMA ‼️🖕🖕¡¡¡ EL MINISTERIO DE SANIDAD ESPAÑOL PATAS ARRIBA !!! El Ministerio de Sanidad Español
- NO TIENE NINGUNA PRUEBA DE LA EXISTENCIA,NI DEL AISLAMIENTO DEL SUPUESTO VIRUS Sars Cov 2 !!!
- Lo que esto significa que:
- - Las restricciones ilegales y órdenes del Gobierno sobre la "Plandemia" HAN SIDO UN ENGAÑO !!!
- - Las pruebas PCR, ¿qué parte del virus "no aislado" detectan?, por tanto SON UN FRAUDE !!!
- - Las Inoculaciones, ¿en base a qué virus "no aislado" se han realizado?, por tanto SON INNECESARIAS !!!
- - Las variantes del virus "no aislado" y el nuevo Marburg, SON UNA PATRAÑA !!!
- - El pasaporte de inoculación, es UNA DICTADURA ILEGAL !!!
- + Por lo que el Gobierno y todos los cómplices de este MAGNO ENGAÑO, deben ser enjuiciados !!!
- (El supuesto "virus fantasma" solo ha sido una secuencia en una base de datos digital) https://t.me/amigosDisidentes
Los niños del Titanic por Hoenir Sarthou
Mientras escribo, hoy, martes 23, no se sabe todavía (la decisión está
anunciada para mañana, miércoles) si el Ministerio de Salud Pública dispondrá
la vacunación contra Covid19 de los niños de cinco a once años.
No se sabe pero se sospecha, porque no en vano la idea de vacunar a
los niños se ha venido insinuando desde el gobierno, y no en vano la Directiva
de la Sociedad Uruguaya de Pediatría, contra la opinión de su propia Comisión
técnica, especializada en el tema, se lanzó a recomendar la vacunación.
Este tema se puede abordar desde muchos ángulos. Es inevitable notar,
por ejemplo, el absurdo de aplicar un tratamiento de contenido y efectos
desconocidos a un sector de la población como el de los niños, que no se ve
seriamente afectado por la enfermedad. Sobre todo porque ese tratamiento
produce efectos adversos, en ocasiones mortales, con una frecuencia y gravedad
nunca vistas con ninguna otra vacuna.
Sin embargo, tal vez por deformación profesional, mi abordaje se
basará en la muy particular condición jurídica de los niños y en las
correlativas obligaciones y responsabilidades de los padres.
Desde el punto de vista jurídico, los niños son sujetos de derecho, es
decir personas con derechos y obligaciones, con la particularidad de que tienen
limitada la capacidad de ejercicio de algunos de sus derechos. La razón es
obvia: un niño de entre cinco y once años, en general, no puede mantenerse por
sí mismo y tampoco puede cuidarse solo. De regla, no sabe si ciertos lugares,
personas o sustancias son convenientes o peligrosas para él. Por eso no puede
ni debe esperarse que tome decisiones en temas complejos, como su salud, su
educación, la administración de bienes familiares o el voto político. Por esa
misma razón, no puede firmar contratos, ni endeudarse, y no se lo juzga como
adulto si llega a cometer un delito.
Esa situación, de no poder ejercer ciertos derechos, que los niños
comparten con los adultos que por enfermedad no pueden ser responsables de sus
actos, se llama “incapacidad jurídica”. Alguna gente cree que el término
“incapacidad” es casi un insulto. Pero es todo lo contrario. La incapacidad de
los menores de edad,y de los adultos declarados incapaces, es una institución
creada para la protección de los niños y de los adultos incapacitados.
La consecuencia más importante de la incapacidad jurídica es que otra
persona, adulta y en goce de sus facultades mentales, es considerada legalmente
responsable de lo que haga o le ocurra al incapaz. En el caso de los niños, normalmente,
esa responsabilidad les corresponde a los padres, que, por la “patria
potestad”, están obligados a mantener, cuidar y educar al niño, así como a
decidir por él en todo aquello que no pueda resolver por sí mismo.
Complementariamente, la patria potestad conlleva un elenco de
obligaciones y prohibiciones que se imponen a los padres para la protección del
niño. Quizá una de las más importantes sea que todo acto del padre o madre en
relación con el niño debe tener como finalidad el “interés superior del niño”,
o “del menor”. Esa expresión, tan
frecuente en todas las normas jurídicas relativas a la infancia, desde la
Convención de Derechos del Niño hasta nuestro Código de la Niñez y la
Adolescencia, define cuál debe ser el Norte de la acción de los padres y de las
instituciones públicas en relación con los niños: el beneficio y bienestar del niño. En otras
palabras, está prohibido que padre o madre usen o comprometan al niño, ya sea
caprichosamente o en beneficio propio o ajeno.
Todo este rodeo jurídico es para dejar claro que, en asuntos complejos
e importantes para el niño, quienes deben decidir son los padres, pero esa
decisión no puede ser caprichosa ni mucho menos interesada. Todo padre y toda
madre deben estar en condiciones de demostrar que sus decisiones respecto a sus
hijos son tomadas teniendo como único eje el bienestar actual y futuro del
niño.
Es cierto que existe una fuerte corriente doctrinaria y normativa que
apunta a la autonomía progresiva de los menores de edad, acuñando incluso el concepto
de “menor maduro”, pero en ningún caso esa corriente piensa en la autonomía de
niños de cinco años para decidir sobre tratamientos médicos. Todo tratamiento
médico, salvo circunstancias de absoluta emergencia para el paciente, requiere
el consentimiento informado previsto por el artículo 11 de la Ley 18.335, que,
en el caso de los niños, debe ser dado por los padres.
De modo que, si el Ministerio habilita mañana la vacunación de niños
de entre cinco y once años, los padres y responsables de niños en el Uruguay
enfrentarán una decisión de hondas implicancias afectivas, pero también morales y jurídicas: ¿vacunarán
a sus hijos, o no lo harán?
Reitero: esa decisión debería tomarse teniendo como eje esencial el “interés superior del niño”, es decir el bienestar del propio niño. Argumentos como “cuidar a los abuelos”, o “evitar los contagios”, o “nos cuidamos entre todos”, no corren en este asunto. Si se va a inyectar una sustancia en el cuerpo de un niño, hay que estar absolutamente seguro de tres cosas:
1) que esa sustancia es segura y no provoca daños a la salud actual o futura del niño;
2) que el niño necesita realmente esa inyección para protegerse de un mal mayor que lo amenaza (a él, no a sus padres, abuelos o vecinos);
3) por tratarse de un niño, es imprescindible que los padres estén en
condiciones de otorgar el consentimiento informado que requiere el artículo 11
de la ley 18.335, es decir que sepan exactamente qué sustancias se inyectan al
niño, cuáles son sus efectos positivos y cuáles los riesgos.
Si no se cumplen esos tres requisitos, el padre o madre que haga
vacunar a sus hijos estará cometiendo un acto de tremenda irresponsabilidad.
Como es notorio, la prédica oficial sobre la conveniencia de vacunar a
los niños está centrada en la prevención del contagio, sobre todo para
protección de los ancianos y personas vulnerables. Dado que los niños no sufren
efectos graves de la infección, el argumento es que deben ser vacunados para
prevenir el riesgo de que contagien a adultos vulnerables, aunque tampoco hay
datos que avalen que sean un factor de contagio relevante.
Lo cierto es que la vacunación infantil no tiene por fin principal a
los propios niños, sino el supuesto beneficio de los adultos que podrían ser
contagiados. Como, además, estas vacunas en particular conllevan riesgos, ya
detectados en todo el mundo (trombos, miocarditis, etc.), no queda más remedio
que preguntarse dónde quedó el “interés superior” de los niños en este asunto.
La atención médica, en nuestro país, está regida por un principio esencial: todo tratamiento tiene que tener por fin el beneficio del propio paciente y jamás el de terceras personas.
La experimentación en materia
sanitaria está regida por reglas que exigen el pleno conocimiento y aceptación
del paciente, y excluyen a los niños.
Si se somete a los niños a un tratamiento riesgoso, con un medicamento
que no cursó las etapas de aprobación requeridas, que ha causado ya muchos
efectos adversos y cuyos resultados finales son desconocidos, para prevenir una
enfermedad que no los afecta o no lo hace gravemente, con el supuesto fin de
beneficiar a personas adultas, parece obvio que se está supeditando el interés
de los niños al hipotético interés de algunos adultos y se están incumpliendo
las normas fundamentales de la actividad médica.
Voy a poner un ejemplo gráfico.
Supongamos que un miembro de cierta
familia necesitara un transplante de riñón. Y supongamos que un niño de la
misma familia resultara ser compatible para el transplante. Ese transplante no
se puede hacer. No pueden autorizarlo válidamente los padres del niño y no
puede practicarlo ningún médico. Los padres, porque estarían imponiéndole al
niño un daño en beneficio ajeno. Y el médico no puede hacerlo sin el
consentimiento válido de los padres. No es muy distinto a lo que se está
proponiendo con las vacunas, en que se arriesga a los niños para supuesto
beneficio de adultos.
Ya sé, me dirán que la pérdida de un riñón es un daño seguro, en tanto
que el riesgo de las vacunas es sólo una suposición mía. Pero no es una suposición
mía, sino del gobierno uruguayo y de los propios laboratorios, que, después de
firmar contratos secretos entre ellos, les han exigido a todos los vacunados
firmar la renuncia a demandarlos
internacionalmente. Si el gobierno y los laboratorios no confían en el
medicamento que suministran, ¿cómo podría uno aplicárselo tranquilamente a sus
hijos?
Hay algo monstruoso en esa lógica de arriesgar a los niños para la supuesta protección de adultos. Sólo en las guerras, de por sí monstruosas, las sociedades adultas envían a sus jóvenes a morir por ellas. Pero no hay registro de sociedades que arriesguen o sacrifiquen a sus niños en favor de los adultos.
Basta pensar en eso para saber que algo está muy mal en este asunto.
No quiero saber qué habría sido de los niños del Titanic si la OMS, la
industria farmacéutica y nuestro MSP hubiesen capitaneado el barco. Los imagino
apilados en la cubierta, esperando ahogarse, mientras que un montón de ancianos
cobardes se apoderaba de los botes salvavidas.
Por suerte, en este caso, la última palabra la tenemos los padres.
Piénsenlo muy bien antes de dejar inocular a sus hijos con un producto del que
nadie se hace plenamente responsable`
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